LA EXPERIENCIA DEL YAGÉ
Erase un viernes y
marcaban las cinco y treinta de la tarde cuando salí de mi oficina y
junto con Margarita nos dispusimos a emprender un viaje osado y
peligroso ya que viajaríamos en medio de la noche por la autopista
Medellín – Bogotá sin planear todavía donde amaneceríamos.
El objetivo de este viaje: buscar un viejo Chamán llamado “don José” quien nos proporcionaría un bebedizo de gran trascendencia indígena que conecta a los mortales con su propio YO, produce una purga física y espiritual.
Las planicies del oriente antioqueño nos recibieron en medio de la tenue luz de un atardecer opacado por los nubarrones y… el agua. Desde ese momento sabíamos que nos esperaría una larga y fría noche para descender al cañón del rio claro.
Impermeables puestos y maletas protegidas de la lluvia, la moto descendió por entre la oscuridad de una de las carreteras más temidas por camioneros y viajeros ya que la presencia de grupos armados azotó por mucho tiempo estos hermosos parajes. La moto se estaba comportando de la mejor manera, la lluvia pellizcaba mis mejillas y la visibilidad era muy dificultosa. Por momentos la lluvia arreciaba con toda su fuerza y parecía que tendríamos que detenernos, pero en la siguiente curva ya era una llovizna; de esta forma pasamos por la entrada de Cocorná, San Francisco y San Luis; la lluvia no paraba, la neblina por momentos nos cegaba y la caída de piedras y agua amarillenta de las laderas me estaba poniendo un poco nervioso.
Paramos en un sitio donde habían algunos camioneros para comer algo y tomar la decisión de continuar o pernoctar en este sitio. Una rica arepa con huevo y un café con leche nos devolvieron las ganas de seguir con nuestra empresa. Al acercarnos a Doradal donde termina la montaña y empieza la gran llanura que rodea las orillas del rio Magdalena, sabíamos que el peligro había quedado atrás pero la lluvia continuaba cayendo y Margarita estaba completamente mojada. La decisión… dormir en este pueblito, así que busque una gasolinera apta para pedir posada y poder armar mi tienda de campaña, pero antes de acercarme al vendedor, Margarita pedía que yo replanteara la idea de un hotel… y quien podría rehusarse a una linda, tierna y hermosa voz que pide un poco de comodidad; así que buscamos y encontramos un bonito hotel por muy poco dinero y nos instalamos allí. La moto quedó afuera, yo quede muy intranquilo pero me arriesgué y con candado la aseguré.
La mañana prometía un muy buen clima para viajar, la moto fue cargada de nuevo con el equipaje y luego de unos ajustes técnicos continuamos para pasar por Puerto Triunfo, Puerto Boyacá y Rionegro (Cundinamarca), donde comimos un pequeño desayuno ya que para tomar yagé hay que hacer ayuno. Luego de unos muy bonitos paisajes arribamos a La Dorada donde nos reunimos con Leo, una amigo francés, mochilero de tiempo completo quien había viajado desde el día anterior con el propósito de tomar yagé con nosotros.
Buscamos a Don José en un lugar cerca de Puerto Salgar llamado Koran, allí nos reunimos con el “chaman” y con juliana, otra amiga que viajó desde Bogotá para estar con nosotros.
El sitio queda cerca de la carretera, entre unos potreros y con mucha naturaleza a su alrededor; una pequeña y vieja estructura para recolectar agua y en su base una minúscula pieza con olor a campo, adornada de pinturas con extrañas figuras, en sus paredes dos estanterías con un sin número de frascos y frasquitos con diferentes líquidos de colores, objetos flotantes en sustancias extrañas, ramas y manojos de plantas colgaban de aquí y de allí.
Don José es un personaje un poco particular, alto, fornido, con un mostacho muy parecido al de Hitler, de una sonrisa muy agradable y una mirada profunda que denotan un conocimiento milenario; su aspecto es de una persona de unos 70 años, tal vez más. Algún día supe que tenía más de 100 años… (Verdad o mentira… solo él lo sabía). Después de una larga charla sobre el yagé se dispuso a darnos una primera toma, y los nervios nos carcomían las entrañas.
Al verme parado frente al “chaman” mis pensamientos rodeaban mi pregunta para el yagé… pregunta que tendría una respuesta en el trance en el que entraría; el miedo se fue y la ansiedad me consumía mientras un manojo de hojas secas pasaba por todo mi cuerpo y el “chaman” resoplaba y musitaba unas oraciones para nada entendibles al oído. El yagé vertido en una vieja totuma me fue entregado mientras el “chaman” decía: “Fuerza, fuerza, fuerza…” Mientras ingería este líquido negro, un tanto baboso y con un sabor agrio y realmente asqueroso los demás miraban esperando su turno…
Erase las 2 de la tarde aproximadamente, tendimos unas hamacas detrás de los potreros y allí fuimos a reposar esperando el efecto del líquido sagrado. El tiempo pasaba para mí y nada pasaba… Don José pasaba por momentos para verificar el estado de cada uno de nosotros, después de un buen tiempo llegó la segunda toma… y nada pasó. Margarita vomitaba, a lo lejos escuchaba sus bocanadas y un poco de desesperación; Leo, el francés reía en su hamaca mientras miraba las vacas que pasaban cerca de los alambrados; y yo… miraba el cielo y esperaba que algo pasara.
Fue necesaria una tercera toma, ya el sabor parecía familiar aunque no dejaba de ser desagradable y en mí, nada pasaba. El “chaman” decía que asi lo había querido el yagé para mí, y que tal vez tendría que prepararme. Todos regresaron a la normalidad y con la oscuridad de la noche sobre nosotros nos refugiamos bajo una techumbre al lado de la pieza. Hicimos café y comimos algunas tostadas… armamos nuestras carpas y preparamos donde dormir.
Mientras charlábamos de la experiencia y cuando menos lo pensé… llegó el efecto para mi temido del yagé: Tenia soltura de estómago y con la cautela y sigilo que nos caracteriza a las personas cuando vamos al baño pude llegar a tiempo. Al salir mis pasos fueron haciéndose más lentos y mi habla más dificultosa. Me senté para seguir en la charla y allí pude darme cuenta que escuchaba todo, pero por más que quería no podía moverme. Pedí que me posaran sobre el piso que estaba lleno de tierra y piedras, pero allí era donde tenía que estar. Curiosamente mi cabeza quedó mirando la luna que completamente llena alumbraba cual sol de un amanecer blancuzco. Los demás reían y se asombraban por el efecto tardío del yagé.
Mi cuerpo completamente paralizado, la mirada en el cielo me dejaba ver algunos rostros hermosos, las estrellas y la luna eran completamente mías, las poseía y las manipulaba a mi antojo, las visiones variaban entre volar sobre dragones y sentir absolutamente cada musculo de mi cuerpo con movimientos extremadamente lentos. La paz, la tranquilidad y la felicidad que sentía en esos momentos no tienen explicación alguna.
Sería iluso de mi parte pretender contar con detalle lo que viví, lo que sentí…
Quienes estaban a mi alrededor cuentan que una sonrisa muy expresiva no abandonó mi rostro por las dos o tres horas que estuve tendido allí, luego con una tranquilidad que solo tienen los que no temen a nada, me reincorporé con lentitud y mis facultades corporales fueron volviendo lentamente hasta que me sentí tan bien que creo hubiera hecho una carrera maratónica o escalado la montaña más alta del mundo sin siquiera pensarlo.
La noche fue tranquila y apaciguada, y a eso de las 3 de la mañana cuando aún era oscuro y la luna aun reinaba en el despejado cielo, el murmullo de una muchedumbre nos despertó. Eran enfermos y personas con problemas que venían de lejos, personas que llegan a tempranas horas de la mañana con el ánimo de conseguir un turno y lograr hablar con el “chaman”.
Don José no atendió a nadie hasta tanto no habló con cada uno de nosotros en privado para hacer las interpretación necesarias sobre la experiencia del yagé. Y habiendo estado todo claro y la experiencia vivida nos dispusimos a recoger nuestras pertenencias bajo la mirada curiosa de quienes allí se encontraban esperando turno.
Juliana, partió rumbo a Bogotá, Leo el francés y mochilero de tiempo completo emprendió su tarea de hacer dedo rumbo a Medellín y Margarita y yo con las maletas ajustadas a la moto enrutamos hacia Medellín. Solo queríamos buscar un restaurante y pedir una comida de camionero… no comíamos nada desde el día anterior y el hambre era mucho. Un sancocho de res acompañado con una gran bandeja con huevo frito y carne asada fue nuestro DES-ALMUERZO, el yagé nos había abierto el apetito.
El clima fue propicio para un viaje de bonitos parajes y mucho pavimento para rodar y rodar; mi felicidad no tenía comparación alguna. Por momentos hablábamos y comentábamos algún suceso o historia pero la mayor parte del camino fue en silencio. Silencio que nos permitía seguir desenmarañando las visiones y vivencias de la noche anterior.
La carretera se alzó entre las montañas y de camión en camión logramos llegar a las planicies del oriente antioqueño, donde tuvimos una caída por un perro que se atravesó en el camino. La verdad no sentí miedo, no sentí dolor, no sentí preocupación… Margarita estaba bien, así que solo reincorporé la moto y luego de unos minutos pudimos continuar el viaje.
El yagé no es un juego, es una planta sagrada perteneciente a la cultura indígena que solo debe tomarse con un verdadero “chaman”, sus efectos son distintos cada toma, solo el espíritu de la planta decide lo que tu mereces ver… no es un deporte, ni se debe hacer por curiosidad, solo se debe tomar yagé si tienes una pregunta y estás preparado para saber la respuesta… yo encontré la respuesta.

Bueno mi versión (Margarita):
Para mí fue una experiencia totalmente nueva: el viaje en moto, el recorrer tantos kilómetros era algo que no había vivido antes, porque los viajes que había hecho eran cortos: Santa Fe, Guatapé, San Felix o mis visitas a ...las veredas de Valdivia cuando estuve trabajando allí… así que viajar a la Dorada, de noche y con lluvia era para mí una aventura mucho más extrema y novedosa de lo que imagino fue para Mauro… La preparación para el Yagé fue un poco difícil, teniendo en cuenta que amanecimos en Doradal, que tenía a mi lado al hombre más hermoso del mundo y que ésta implicaba “ayunar” en todo el sentido de la palabra… sin embargo, nos resistimos y nos limitamos a seguir las indicaciones al pie de la letra!
En cuanto al viaje del Yagé… el Chamán me dijo que para mí fue mucho más fácil de lo que él esperaba, ya que al examinar mis manos, antes de la toma, vio que en mi había algo que no andaba bien… por eso para mí la experiencia fue un ciclo que transitó entre momentos de malestar, en los que vomitaba unas 50 veces más del Yagé que había tomado… y momentos de mucha tranquilidad, de ensoñaciones que me mostraron el pasado y algunas imágenes surreales, que posteriormente el Chamán diría que eran una respuesta que me daba el Yagé a mi pregunta… Después de la toma y al día siguiente estuve en un estado de tranquilidad y reflexividad que me ha tenido considerando cosas importantes de mi vida!!
En cuanto a la venida y la atropellada del perrito: sí, también sentí mucha tristeza, espero que no haya muerto y que el golpe que le dimos no haya sido muy duro… pero en serio, fue un perro fantasma! Lo vimos cuando estábamos encima y era atropellarnos con él o esquivarlo y correr el riesgo de chocarnos con una mula o con una moto que venía justo atrás de nosotros… Y en cuanto a la experiencia: Volveré a viajar con Mauro a muchas otras partes, pero el Yagé, por ahora me dio lo que necesitaba, creo que no volveré a recurrir a beber de esta planta sagrada para purificar mi cuerpo y mi espíritu… aunque es bastante recomendable y cercana la experiencia que se puede tener al tomarla!
El objetivo de este viaje: buscar un viejo Chamán llamado “don José” quien nos proporcionaría un bebedizo de gran trascendencia indígena que conecta a los mortales con su propio YO, produce una purga física y espiritual.
Las planicies del oriente antioqueño nos recibieron en medio de la tenue luz de un atardecer opacado por los nubarrones y… el agua. Desde ese momento sabíamos que nos esperaría una larga y fría noche para descender al cañón del rio claro.
Impermeables puestos y maletas protegidas de la lluvia, la moto descendió por entre la oscuridad de una de las carreteras más temidas por camioneros y viajeros ya que la presencia de grupos armados azotó por mucho tiempo estos hermosos parajes. La moto se estaba comportando de la mejor manera, la lluvia pellizcaba mis mejillas y la visibilidad era muy dificultosa. Por momentos la lluvia arreciaba con toda su fuerza y parecía que tendríamos que detenernos, pero en la siguiente curva ya era una llovizna; de esta forma pasamos por la entrada de Cocorná, San Francisco y San Luis; la lluvia no paraba, la neblina por momentos nos cegaba y la caída de piedras y agua amarillenta de las laderas me estaba poniendo un poco nervioso.
Paramos en un sitio donde habían algunos camioneros para comer algo y tomar la decisión de continuar o pernoctar en este sitio. Una rica arepa con huevo y un café con leche nos devolvieron las ganas de seguir con nuestra empresa. Al acercarnos a Doradal donde termina la montaña y empieza la gran llanura que rodea las orillas del rio Magdalena, sabíamos que el peligro había quedado atrás pero la lluvia continuaba cayendo y Margarita estaba completamente mojada. La decisión… dormir en este pueblito, así que busque una gasolinera apta para pedir posada y poder armar mi tienda de campaña, pero antes de acercarme al vendedor, Margarita pedía que yo replanteara la idea de un hotel… y quien podría rehusarse a una linda, tierna y hermosa voz que pide un poco de comodidad; así que buscamos y encontramos un bonito hotel por muy poco dinero y nos instalamos allí. La moto quedó afuera, yo quede muy intranquilo pero me arriesgué y con candado la aseguré.
La mañana prometía un muy buen clima para viajar, la moto fue cargada de nuevo con el equipaje y luego de unos ajustes técnicos continuamos para pasar por Puerto Triunfo, Puerto Boyacá y Rionegro (Cundinamarca), donde comimos un pequeño desayuno ya que para tomar yagé hay que hacer ayuno. Luego de unos muy bonitos paisajes arribamos a La Dorada donde nos reunimos con Leo, una amigo francés, mochilero de tiempo completo quien había viajado desde el día anterior con el propósito de tomar yagé con nosotros.
Buscamos a Don José en un lugar cerca de Puerto Salgar llamado Koran, allí nos reunimos con el “chaman” y con juliana, otra amiga que viajó desde Bogotá para estar con nosotros.
El sitio queda cerca de la carretera, entre unos potreros y con mucha naturaleza a su alrededor; una pequeña y vieja estructura para recolectar agua y en su base una minúscula pieza con olor a campo, adornada de pinturas con extrañas figuras, en sus paredes dos estanterías con un sin número de frascos y frasquitos con diferentes líquidos de colores, objetos flotantes en sustancias extrañas, ramas y manojos de plantas colgaban de aquí y de allí.
Don José es un personaje un poco particular, alto, fornido, con un mostacho muy parecido al de Hitler, de una sonrisa muy agradable y una mirada profunda que denotan un conocimiento milenario; su aspecto es de una persona de unos 70 años, tal vez más. Algún día supe que tenía más de 100 años… (Verdad o mentira… solo él lo sabía). Después de una larga charla sobre el yagé se dispuso a darnos una primera toma, y los nervios nos carcomían las entrañas.
Al verme parado frente al “chaman” mis pensamientos rodeaban mi pregunta para el yagé… pregunta que tendría una respuesta en el trance en el que entraría; el miedo se fue y la ansiedad me consumía mientras un manojo de hojas secas pasaba por todo mi cuerpo y el “chaman” resoplaba y musitaba unas oraciones para nada entendibles al oído. El yagé vertido en una vieja totuma me fue entregado mientras el “chaman” decía: “Fuerza, fuerza, fuerza…” Mientras ingería este líquido negro, un tanto baboso y con un sabor agrio y realmente asqueroso los demás miraban esperando su turno…
Erase las 2 de la tarde aproximadamente, tendimos unas hamacas detrás de los potreros y allí fuimos a reposar esperando el efecto del líquido sagrado. El tiempo pasaba para mí y nada pasaba… Don José pasaba por momentos para verificar el estado de cada uno de nosotros, después de un buen tiempo llegó la segunda toma… y nada pasó. Margarita vomitaba, a lo lejos escuchaba sus bocanadas y un poco de desesperación; Leo, el francés reía en su hamaca mientras miraba las vacas que pasaban cerca de los alambrados; y yo… miraba el cielo y esperaba que algo pasara.
Fue necesaria una tercera toma, ya el sabor parecía familiar aunque no dejaba de ser desagradable y en mí, nada pasaba. El “chaman” decía que asi lo había querido el yagé para mí, y que tal vez tendría que prepararme. Todos regresaron a la normalidad y con la oscuridad de la noche sobre nosotros nos refugiamos bajo una techumbre al lado de la pieza. Hicimos café y comimos algunas tostadas… armamos nuestras carpas y preparamos donde dormir.
Mientras charlábamos de la experiencia y cuando menos lo pensé… llegó el efecto para mi temido del yagé: Tenia soltura de estómago y con la cautela y sigilo que nos caracteriza a las personas cuando vamos al baño pude llegar a tiempo. Al salir mis pasos fueron haciéndose más lentos y mi habla más dificultosa. Me senté para seguir en la charla y allí pude darme cuenta que escuchaba todo, pero por más que quería no podía moverme. Pedí que me posaran sobre el piso que estaba lleno de tierra y piedras, pero allí era donde tenía que estar. Curiosamente mi cabeza quedó mirando la luna que completamente llena alumbraba cual sol de un amanecer blancuzco. Los demás reían y se asombraban por el efecto tardío del yagé.
Mi cuerpo completamente paralizado, la mirada en el cielo me dejaba ver algunos rostros hermosos, las estrellas y la luna eran completamente mías, las poseía y las manipulaba a mi antojo, las visiones variaban entre volar sobre dragones y sentir absolutamente cada musculo de mi cuerpo con movimientos extremadamente lentos. La paz, la tranquilidad y la felicidad que sentía en esos momentos no tienen explicación alguna.
Sería iluso de mi parte pretender contar con detalle lo que viví, lo que sentí…
Quienes estaban a mi alrededor cuentan que una sonrisa muy expresiva no abandonó mi rostro por las dos o tres horas que estuve tendido allí, luego con una tranquilidad que solo tienen los que no temen a nada, me reincorporé con lentitud y mis facultades corporales fueron volviendo lentamente hasta que me sentí tan bien que creo hubiera hecho una carrera maratónica o escalado la montaña más alta del mundo sin siquiera pensarlo.
La noche fue tranquila y apaciguada, y a eso de las 3 de la mañana cuando aún era oscuro y la luna aun reinaba en el despejado cielo, el murmullo de una muchedumbre nos despertó. Eran enfermos y personas con problemas que venían de lejos, personas que llegan a tempranas horas de la mañana con el ánimo de conseguir un turno y lograr hablar con el “chaman”.
Don José no atendió a nadie hasta tanto no habló con cada uno de nosotros en privado para hacer las interpretación necesarias sobre la experiencia del yagé. Y habiendo estado todo claro y la experiencia vivida nos dispusimos a recoger nuestras pertenencias bajo la mirada curiosa de quienes allí se encontraban esperando turno.
Juliana, partió rumbo a Bogotá, Leo el francés y mochilero de tiempo completo emprendió su tarea de hacer dedo rumbo a Medellín y Margarita y yo con las maletas ajustadas a la moto enrutamos hacia Medellín. Solo queríamos buscar un restaurante y pedir una comida de camionero… no comíamos nada desde el día anterior y el hambre era mucho. Un sancocho de res acompañado con una gran bandeja con huevo frito y carne asada fue nuestro DES-ALMUERZO, el yagé nos había abierto el apetito.
El clima fue propicio para un viaje de bonitos parajes y mucho pavimento para rodar y rodar; mi felicidad no tenía comparación alguna. Por momentos hablábamos y comentábamos algún suceso o historia pero la mayor parte del camino fue en silencio. Silencio que nos permitía seguir desenmarañando las visiones y vivencias de la noche anterior.
La carretera se alzó entre las montañas y de camión en camión logramos llegar a las planicies del oriente antioqueño, donde tuvimos una caída por un perro que se atravesó en el camino. La verdad no sentí miedo, no sentí dolor, no sentí preocupación… Margarita estaba bien, así que solo reincorporé la moto y luego de unos minutos pudimos continuar el viaje.
El yagé no es un juego, es una planta sagrada perteneciente a la cultura indígena que solo debe tomarse con un verdadero “chaman”, sus efectos son distintos cada toma, solo el espíritu de la planta decide lo que tu mereces ver… no es un deporte, ni se debe hacer por curiosidad, solo se debe tomar yagé si tienes una pregunta y estás preparado para saber la respuesta… yo encontré la respuesta.

Bueno mi versión (Margarita):
Para mí fue una experiencia totalmente nueva: el viaje en moto, el recorrer tantos kilómetros era algo que no había vivido antes, porque los viajes que había hecho eran cortos: Santa Fe, Guatapé, San Felix o mis visitas a ...las veredas de Valdivia cuando estuve trabajando allí… así que viajar a la Dorada, de noche y con lluvia era para mí una aventura mucho más extrema y novedosa de lo que imagino fue para Mauro… La preparación para el Yagé fue un poco difícil, teniendo en cuenta que amanecimos en Doradal, que tenía a mi lado al hombre más hermoso del mundo y que ésta implicaba “ayunar” en todo el sentido de la palabra… sin embargo, nos resistimos y nos limitamos a seguir las indicaciones al pie de la letra!
En cuanto al viaje del Yagé… el Chamán me dijo que para mí fue mucho más fácil de lo que él esperaba, ya que al examinar mis manos, antes de la toma, vio que en mi había algo que no andaba bien… por eso para mí la experiencia fue un ciclo que transitó entre momentos de malestar, en los que vomitaba unas 50 veces más del Yagé que había tomado… y momentos de mucha tranquilidad, de ensoñaciones que me mostraron el pasado y algunas imágenes surreales, que posteriormente el Chamán diría que eran una respuesta que me daba el Yagé a mi pregunta… Después de la toma y al día siguiente estuve en un estado de tranquilidad y reflexividad que me ha tenido considerando cosas importantes de mi vida!!
En cuanto a la venida y la atropellada del perrito: sí, también sentí mucha tristeza, espero que no haya muerto y que el golpe que le dimos no haya sido muy duro… pero en serio, fue un perro fantasma! Lo vimos cuando estábamos encima y era atropellarnos con él o esquivarlo y correr el riesgo de chocarnos con una mula o con una moto que venía justo atrás de nosotros… Y en cuanto a la experiencia: Volveré a viajar con Mauro a muchas otras partes, pero el Yagé, por ahora me dio lo que necesitaba, creo que no volveré a recurrir a beber de esta planta sagrada para purificar mi cuerpo y mi espíritu… aunque es bastante recomendable y cercana la experiencia que se puede tener al tomarla!